jueves, 8 de marzo de 2007

OS OÍ GRITAR POR MÍ

Era una tarde más. Llevábamos ya tiempo todos juntos. Nos mantenían así cuando nos tocaba actuar de verdad. Esperábamos de pie, unos junto a otros, a que llegase la hora de salir. Siempre era igual. Era aburrido pero al menos, mientras los humanos corrían de un lado para otro preparándolo todo, nadie nos pegaba. Pero también siempre nos poníamos más nerviosos; sabíamos que si las cosas no salían como ellos querían, habría consecuencias. Esa noche sufriríamos los castigos, los golpes, los latigazos. Era lo mismo siempre.


Pero aquél día hubo algo distinto. Desde que llegamos a aquella ciudad algunas veces, antes de empezar las actuaciones, se oían unos gritos extraños, aunque no se oían bien. Eran pocos, intentaban gritar mucho pero los humanos pronto pusieron aquella música atroz que tantas veces oíamos. Así conseguían ahogar esos pocos gritos y todo volvía a ser igual. No sé por qué, no sé qué decían esas voces, pero sentía que me llenaban de esperanza.


Como digo, aquella tarde fue distinta. Esos gritos ahogados cobraron vida. Había muchos más. Todo empezó como un murmullo primero, pero pronto se alzaron decenas de voces, unas agudas, otras graves, todas juntas. Al poco tiempo llegaron a oírse claramente y con fuerza. Entonces volvieron los humanos a encender aquella música. Pero esta vez no consiguieron acallar las voces. Esta vez había demasiadas. Se seguían oyendo por encima de ella. Ni yo ni mis hermanos podemos entender lo que decían porque el idioma humano no lo comprendemos, pero había algo en ellas.....


Los humanos creo que piensan que nosotros no entendemos su idioma. Pero son ellos los que no entienden que a nosotros no nos hace falta. Llegamos más allá. Podemos conocer las intenciones por cómo huele, por el modo de entonar, por la mirada del que nos habla. Son tantas y tantas cosas que pueden adivinarse sin necesidad de hablar! Si ellos lo supieran quizá nos respetaran más. A veces vienen hablándonos con suavidad pero nosotros huimos porque les olemos, vemos en sus ojos lo que realmente quieren. No nos engañan tan fácilmente como ellos creen. Aun así... ¿qué podemos hacer? Esta es nuestra casa. Aquí llevamos mucho tiempo. No conocemos nada más. A veces recuerdo levemente a mi madre, allí lejos en el tiempo, cuando me regaba con agua para refrescarme. Pero sólo es un recuerdo. Nunca sabría dónde ni cómo encontrarla. No sabría dónde ir si me voy de aquí.


Como decía, las voces de aquella tarde me gustaron. A los demás también les gustaron. Había algo en las ondas que inspiraba amor. Amor y respeto. Era como si aquellas voces nos estuviesen animando, estuviesen gritando por nosotros. Sí. Definitivamente acordamos entre todos los hermanos que aquellos gritos eran gritos amigos. El hermano león, que tenía mucho conocimiento, nos dijo que eran hombres también. Todos nos quedamos extrañados porque pensábamos que todos eran iguales. Que todos los hombres nos odiaban. Pero él dijo que no, que había algunos que nos querían, que luchaban por nuestra libertad y que no tenían intención de pegarnos ni gritarnos. Nos dijo que sólo querían que cada uno de nosotros volviese a su verdadera casa, con su familia y que allí viviese feliz.


A mí todo esto me conmocionó. Agaché la cabeza y ya no escuché más. Sólo escuchaba aquellas voces que no pararaban. Y no pararon hasta que nos tocó actuar.


Aquella tarde actué igual que siempre. Después, igual que siempre, volví a mi sitio, volvió la cadena a mi pata. Al día siguiente volvió el despertar a gritos, el látigo, el miedo a subirme a aquella silla demasiado pequeña para aguantar mi cuerpo, el dolor, la sangre..... Pero algo me había cambiado por dentro. Ahora sabía que allí, fuera de esta casa, estuviesen lejos o cerca, había voces que siempre gritarían por mí. Que querían que yo fuese feliz. Así, sin más. Eso nunca nadie me lo va a arrebatar por muchos golpes que reciba.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimada Conchi.
Llego hasta tu blog porque África hace propaganda de él. Aunque, ya sabes, no comparto algunas cosas de las que dices, quiero que sepas que me ha llamado mucho atención casi todo lo que he leído. Y sobre todo tu vehemente defensa de los animales, que desde luego debería ser un poco el modelo a seguir.

Por lo demás, bienvenida a la blogsfera. Suerte y muchos ánimos con tu defensa de los indefensos, lo que sin duda te honra.

Luis Q.
www.autobiografiaporescribirluisquinonesc.blogspot.com

Anónimo dijo...

Vaya hombre, este chico ya me ha cogido la vez para inaugurar este espacio libre...
Concheta, me gusta ver crecer tu blog poco a poco gracias a tu voz que son tus palabras. Yo lo sigo y lo difundo por ahí. Sabes que apoyo tu lucha y defiendo a los pequeños peludos (aunque no tanto como tú).
Sigue así, contagiándonos la realidad.
Besos y ánimo para reir,
África

Conchy dijo...

Hola a los dos niños. Bueno Luis, aún estamos empezando. Espero que, con el tiempo, llegue a hacer cambiar a muchos. Gracias por tu bienvenida y me alegro que te guste. Un beseto.
Y tú, niña, gracias por difundir este espacio. Yo sola no puedo hacerlo, necesito de vosotros. Tú sólo piensa que lo que haces es por ellos (pequeños, grandes, enormes, peludos, con escamas, con piel dura...) y ya verás como todo es fácil y llevadero. Un beseto y nos vemos. Cuídate niña.

phoenix dijo...

¡Hola! Enhorabuena por el blog! Me gusta mucho, ahora te pongo en mis links!
Un saludo y a seguir gritando, que ellos no pueden.