miércoles, 21 de marzo de 2007

EL VERDADERO PRECIO DE LOS HUEVOS

Vivo aquí encerrada. Vivo, no es la palabra, porque pasan las horas y nunca hago nada. Muero día a día sería más real.
Desde que nací fuí maltratada. No me dio tiempo a despedirme de mi madre, me separaron de ella al nacer y ya nunca he sabido dónde está, o si sigue viva.
Me atraparon bruscamente, vieron que era hembra y me lanzaron a un espacio angosto donde caí golpeando a otras como yo. No lo pude evitar porque había miles de hermanas piando asustadas en el suelo de ese tubo. Luego otras muchas cayeron encima de mí y me clavaban sus patas y picos, pero tampoco pudieron evitarlo.
Después me empezó a faltar el aire, notaba la asfixia. Intenté sacar la cabeza por entre los cuerpos de mis compañeras pero no podía. Intentaba escalar y notaba mis patas clavándose en cuerpos.... Dejé de intentarlo y me dejé morir, no quería seguir luchando....
Pero de repente, desperté. Ya no estaba asfixiándome con los cuerpos de otros polluelos, estaba en una jaula. Era pequeña y había otras cuatro como yo en el mismo espacio. Era un espacio pequeño pero podía respirar, al menos. Tomé una gran bocanada de aire y entonces... lo olí. ¿Qué era eso? ¡Qué olor tan desagradable! Olía a heces, a mugre, a putrefacción...a muerte. Aagghh! casi no podía respirar bien. El aire estaba lleno de olores fétidos, a podrido, no había ventilación. Miré un poco en derredor mía y entonces lo ví. Lo ví y lo oí. Allí había cientos, miles de gallinas como yo encerradas en centenares de jaulas, hacinadas, unas encima de otras, las de más arriba soltaban sus heces encima de las demas. Había plumas por todas partes. Y cacareos de miedo también. Todas hablabamos a la vez, estábamos asustadas, no sabíamos qué hacíamos allí, cuándo podríamos salir. ¿Qué estaba pasando?
De pronto alguien apareció. Era un animal humano, de esos tan grandes y altos. Nos abría la jaula y nos iba sacando. ¡Qué bien!- pensé- al fin alguien venía a liberarnos. Al fin se habían dado cuenta de que así no íbamos a durar mucho.
Cuando me tocó mi turno me dejé coger tranquila. No podían llevarme a un sitio peor. Me agarró fuertemente y me sacó de la jaula. Se dirigió a un punto oscuro, en una esquina de aquél lugar y en seguida noté el calor. Cada vez más cerca, y más. De repente, un intenso dolor insoportable me recorrió todo el cuerpo. ¡Me habían cortado el pico! Así, sin más. Un dolor lacerante me adormecía toda la cabeza. Me habían cortado el pico con una cuchilla y luego me habían abrasado el trozo mutilado para que se cerrara la herida. Sentí, levemente, cómo me volvían a encerrar en la jaula pero apenas me daba cuenta de nada. Era tan intenso el dolor que sentía, que creí que iba a morir en ese momento. Fué la primera vez que lloré. Pensaba en mi madre, en lo bien que había cuidado de mi huevo, lo caliente y protegida que me sentía y deseé con todas mis fuerzas que estuviera conmigo en aquél momento.
¿Por qué me estaban haciendo esto? ¿Qué les había hecho yo a esos humanos para que me trataran así? No comprendía nada.




Pasó el tiempo y la herida fue curando. Poco a poco. Aunque nunca recuperé el apetito del todo. La comida era mala, sabía a cosas químicas, su sabor era horrible, pero era lo único que nos daban. Muchas de mis compañeras habían muerto hace tiempo porque el dolor del pico mutilado las impidió comer. Murieron de hambre y de dolor. Lo sé porque no las habían sacado de allí. Encima de mí había unas cuantas muertas, y a mi lado, en mi misma jaula, también murió una. Sus cuerpos se estaban pudriendo pero nadie las quitaba de allí. Lo peor de todo era que no podías moverte. Al principio intentaba ir más allá, o darme la vuelta, pero dejé de hacerlo, porque lo único que conseguía era provocarme heridas con los hierros de la jaula. Así que siempre estábamos en la misma posición.
Empecé a entender que nuestra misión era poner huevos, cuantos más mejor. Los huevos caían por una pasarela pero no sé donde iban a parar. Simplemente rodadaban todos juntos y se iban perdiendo en la distancia. Recuerdo una vez que nos quedamos sin huevos. Simplemente no nos salían. Entonces pasó algo horrible. Estuvimos a oscuras mucho, mucho tiempo, semanas creo, porque allí encerradas nunca sabíamos realmente cuándo pasaban los días. Y nos quitaron la comida todo ese tiempo. Teníamos mucha hambre pero por más que gritábamos nadie nos traía nada para comer. Pasado el tiempo nos aletargamos, nos adormecimos y poco a poco dejó de oirse nada. Era el silencio del cansancio. No teníamos fuerza ni para pedir comida.
Yo fuí la primera en notar que volvíamos a poner huevos. Le sentí crecer dentro de mí y en un rato había salido fuera. Las demás no tardaron también en poner los suyos. Se volvió a oir el ruido de los huevos al rodar por el canal y se armó un revuelo. Se abrieron de nuevo las puertas y los humanos nos dieron luz y comida otra vez. Que contentas estábamos, podíamos volver a comer. Y ya no estábamos a oscuras.
Así aprendimos que, cada vez que los huevos se acababan, nos tocaba pasar un período de hambre y oscuridad. Intentábamos aguantar lo mejor que podíamos, pero con el paso del tiempo, cada vez era más difícil. No teníamos mucha edad, pero estábamos aviejadas por el sufrimiento. Las fuerzas íban flaqueando y a veces pensabas que no merecía la pena seguir luchando por nada. La mayoría habíamos ya desistido de soñar con salir de allí algún día.




Hoy, es un día especial. Nos han abierto completamente las puertas y nos han sacado fuera. Eso sí, no nos han dejado caminar (qué ganas tengo de pisar y corretear por la hierba fresca y picotear por todos lados), más bien, nos han agarrado una a una y nos han vuelto a encerrar en otro espacio, muy parecido, pero más ventilado. Parece que nos movemos, que nos llevan a algún otro sitio pero no sabemos dónde. No tenemos ni idea. Nos miramos unas a otras pero nadie se atreve siquiera a especular. Bueno, como no tenemos otra opción, tendremos que esperar a ver qué pasa...Quizá....
Uy, ya hemos llegado. Nos han vuelto a sacar pero esta vez parece que huele distinto... Huele... a.... ¡sangreeee! Huele a sangre huele a sangre huele a sangre..... hemos empezado todas juntas a gritar, estamos desesperadas, huele a sangre, ¿qué significa esto? ¿qué nos va a pasar? Madre mía, dónde estás, sácame de aquí, tengo miedo, mucho miedo.... Estoy llorando otra vez, estoy muy asustada, veo un hueco y me lanzo por ahí, estoy corriendo por el suelo, voy a escapar! ay! que dolor! me han pegado una patada y me cojen por las alas y me lanzan de nuevo al montón. ¿Qué veo? ¡Noooo! están colgando a mis compañeras por las patas en unos ganchos que se van alejando! Qué miedo tengo, yo quiero vivir, no quiero que me hagan eso. Dejadme en paz! Estoy intentando gritar pero me he quedado sin voz. Me agarran a mí, me han colgado también boca abajo, me llevan, no sé dónde voy, oigo a mis compañeras gritar de miedo.......Ya veo dónde vamos. Llegamos a un punto donde hay varios hombre cortándonos el cuello. Nos desangramos colgadas boca abajo. Cada vez siento menos dolor, ya casi ni lo noto, creo que es porque me estoy muriendo. En fin, quizá sea mejor así. Al menos ya no pasaré más miedo. Sólo me queda la pena de no haberme despedido de mi madre. Me hubiera gustado decirle que la quiero y que sepa que yo nunca hice nada malo, que esto no me lo merecía.







Cuando las "gallinas ponedoras", tras pasar un año y medio aproximadamente encerradas en jaulas de batería, hacinadas, sin poderse mover, rodeadas de inmundicia y suciedad dejan de ser productoras de huevos, son asesinadas para servir de alimento. La mayoría mueren durante su corta vida, durante su trayecto o están tan heridas y enfermas que su carne es utilizada para preparados de sopas de pollo o comida de perros y gatos.
Una gallina en estado natural gusta de corretear por el campo seguida de sus polluelos. Las gallinas de las granjas tienen las patas deformadas de mantenerse constantemente sobre las rejas de la jaula Les cortan el pico (sin ningún tipo de analgesia) para que no se picoteen unas a otras y se maten fruto del estress que les ocasiona. Viven constantemente con luz artificial y la mayoría del tiempo lo pasan a oscuras. Una gallina en estado natural puede vivir unos ocho años. Las que son explotadas de este modo, no llegan al año y medio de vida. Los polluelos machos, al no ser productivos son encerrados en bolsas y tirados a la basura. Acaban muertos por asfixia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si no te importa me gustaría reproducir algún fragmento de tu entrada en mi blog, por supuesto, citando la fuente. Soy vegana desde hace año y medio y, aunque ya debería estar acostumbrada a todo, no puedo dejar de entristecerme y angustiarme cuando leo cosas así, porque sé que los carnívoros no se creen que los productos que consumen vengan de sitios como el que tú describes y si lo creen, les da igual.
Felicidades por tu blog.

Conchy dijo...

Por supuesto, coge todo lo que quieras. Entre todos tenemos que difundir el veganismo. Un abrazo y gracias